Durante la Semana Santa, millones de fieles en todo el mundo evitan comer carne roja, especialmente el Viernes Santo. Aunque para muchos ya es una costumbre cultural más que religiosa, el origen de esta práctica se remonta a los primeros siglos del cristianismo.
La tradición nace de la Iglesia Católica como una forma de recordar la pasión y muerte de Jesucristo. El Viernes Santo, día en que se conmemora su crucifixión, se considera una jornada de recogimiento, silencio y penitencia. En ese marco, la abstinencia de carne se propone como un pequeño sacrificio simbólico, en señal de respeto y reflexión espiritual.
Pero, ¿por qué específicamente la carne roja? En los tiempos antiguos, este tipo de alimento era considerado un lujo, reservado para ocasiones especiales. Por eso, renunciar a él en los días santos era visto como un acto de humildad. En cambio, el pescado —que proviene de animales de sangre fría— era un alimento más accesible y no estaba vinculado con el festín, por lo que se permitía su consumo.
Con el paso del tiempo, esta práctica religiosa fue adquiriendo un peso cultural, especialmente en países con fuerte tradición católica como Argentina. Muchas familias, incluso sin ser practicantes, eligen preparar platos a base de pescado como forma de mantener viva la costumbre.
Hoy, en plena era de la inmediatez, donde los ritos religiosos se viven con distinta intensidad, la abstinencia de carne roja durante Semana Santa sigue siendo una de las tradiciones más persistentes. Un gesto sencillo, pero cargado de historia, fe y simbolismo.
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