Desde la antigüedad, brujas, chamanes y abuelas sabias aseguran que un espejo bien colocado actúa como un boomerang mágico: lo que te mandan con odio, regresa multiplicado al remitente sin tocarte ni un pelo.
Por eso en muchas casas tradicionales encuentras un espejo grande justo frente a la puerta principal: la primera mirada que entra, buena o mala, se refleja y se regresa. Si alguien llega con envidia disfrazada de sonrisa, el espejo la detecta y la lanza de vuelta antes de que cruce el umbral. En coches y bolsos se llevan espejitos pequeños como amuletos portátiles; en ventanas, colgando con listón rojo, para que el mal de ojo rebote como pelota.
Durante la noche son aún más poderosos. Colocar uno enfrentando la ventana del dormitorio o detrás de la cabecera impide que entidades, larvas astrales o energías pesadas se acerquen mientras duermes. En el feng shui advierten: nunca dejes un espejo viendo la cama directamente, porque duplica la energía y puede agotarte, pero sí detrás o de lado para que haga de escudo.
Un espejo roto, en cambio, se considera maldito: fragmenta la protección y atrae caos, por eso se entierra o tira lejos rápido. Tu espejo no solo te peina: te cuida las espaldas las 24 horas, devolviendo cada mala intención como un portero implacable. ¿Ya revisaste dónde tienes los tuyos?
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